miércoles, 21 de agosto de 2013

Las desventuras del joven Werther

“Las desventuras del joven Werther” es una novela epistolar y una novela semi-autobigráfica de Johann Wolfgang von Goethe, publicada en 1774.
Werther es una novela importante del movimiento Sturm und Drang en la literatura alemana. Es uno de los pocos trabajos de este movimiento que Goethe escribió antes de que,  junto a Friedrich von Schiller, comenzara el movimiento clásico de Weimar. También influyó en la literatura del Romanticismo que siguió a este movimiento. El libro hizo que Goethe se convirtiera en una de las primeras celebridades literarias. Hacia el fin de su vida, viajar a Weimar y visitar al maestro era un ritual para muchos jóvenes que viajaban a Europa. Muchos de los que lo visitaban, sólo habían leído ese libro, entre todos los que él había escrito. 
Se destaca la importancia del sentimiento y la imaginación en la creación poética y narrativa, rechazándose las formas y los términos literarios convencionales. De este modo el Werther no está narrado en torno a la razón si no en torno al individuo y sus sentimientos. 
Por otra parte, predomina también la imaginación sobre la razón, la emoción sobre la lógica y la intuición sobre la ciencia. 
Destacan los lugares intactos y la (presumible) inocencia de los habitantes del mundo rural. El gusto por la vida rural se funde generalmente con la característica de melancolía romántica. 
Sustituyó también a los héroes universales de la literatura del siglo dieciocho por héroes más complejos e idiosincráticos entregándose a la celebración del “hombre corriente”. 
Se habla con libertad del alma humana y de sus pasiones, buscando esta distinción rechazan el mundo y la sociedad que les envuelve, desean librarse de las convenciones y la tiranía, y defienden el gran valor de los derechos y la dignidad del ser humano. 

El choque entre la sociedad y el individuo determina a menudo el desenlace trágico de las novelas de amor mediante el suicidio. 


Carlota

Argumento: 
“Las desventuras del joven Werther”, se inicia en el mes de mayo, en toda la plenitud primaveral; la primera carta que Werther envía a su amigo Guillermo está fechada el 4 de mayo de 1771, y así en otras que se irán sucediendo, nos vamos enterando de todo lo que acontece al joven héroe, porque Werther es un héroe de sentimiento. Todo comienza al llegar Werther a un pueblo con ánimo de corregirse, abandonando su propensión a la amargura, volcándose en el goce del presente. Parece haber logrado su propósito en contacto con la naturaleza, relacionado con la gente simple del lugar, en una aldea tranquila, entregado a la lectura de Homero. Desde allí escribe a su amigo Guillermo: ... 
La gente joven habían dispuesto un baile en el campo, al que Werther asistiría. Tomó por pareja a una señorita bella y de buen genio, pero de trato indiferente. Al recogerla para ir a la fiesta, ésta, que se hallaba en compañía de su tía, le pidió a Werther que recogieran en el camino a una amiga. Ésta se llamaba Carlota, quién impresionó desde un primer momento al joven Werther, quien desde ese primer día se enamora perdidamente de la muchacha. Carlota estaba comprometida con Alberto, joven educado e inteligente que en ese entonces se hallaba en Suiza.
A pesar de saber que la muchacha se hallaba comprometida, Werther no pudo frenar sus sentimientos. Su apasionamiento por Carlota es tal que cuando no puede visitarla, envía a su criado, con el sólo objeto de tener cerca a alguien que la haya visto. Traba amistad con Alberto, y éste le permite seguir visitando a Carlota, las cosa empeoran. Como solución a su tormento, Werther decide alejarse y acepta un cargo de diplomático. 
Escribe a Carlota relatándole sus sufrimientos en un medio desagradable; el embajador con quien trabaja Werther le resulta completamente insoportable, llegando su tirria por éste a tal extremo que renuncia a su cargo. Alberto y Carlota se casan. Incapaz de controlar sus sentimientos, regresa al pueblo para instalarse cerca de su amada. La relación revive haciéndose más intensa y peligrosa hasta que por fin, después de besar a Carlota en un arranque de pasión, al que ella no ha sido indiferente se acentúa en él un sentimiento de culpa y un desequilibrio interior. La resolución de abandonar éste mundo había ido rebostuciéndose y afirmándose en el ánimo de Werther había considerado la muerte como el término de sus males y como un recurso extremo del que siempre podía disponer.
Alberto enterado de la pasión que se ha despertado en Werther por su mujer, no puede ocultar su fastidio, tratándolo la mayoría de las veces fríamente. Lo inevitable se va acercando. Werther tiene una última entrevista con Carlota. Ésta lo rechaza con lágrimas en los ojos. Poco después Werther envía a su criado con una nota dirigida a su marido en la cual le pedía que le prestara sus pistolas para un viaje que tenía que hacer. El criado recibió las armas de manos de Carlota y se la entregó a Werther: Escribiría su última carta... “¡Oh, Carlota! ¿Qué hay en el mundo que no traiga a mi memoria tu recuerdo?... Tu retrato querido, te lo doy suplicándote que lo conserves: He impreso en él mil millones de besos...
Prohibido que me registren los bolsillos. Llevo en uno aquel lazo de cinta color rosa que tenías en el pecho el primer día que te vi, rodeada de tus niños...”. 
Un vecino vio el fogonazo y oyó la detonación; pero, como todo permaneció tranquilo, no se cuidó en averiguar lo ocurrido. A las seis de la mañana del día siguiente el criado vio a su amo tendido en el suelo, bañado de sangre y con una pistola al lado. Corrió avisar al médico y a Alberto. Cuando Carlota escuchó la noticia trágica sufrió un desvanecimiento. Cuando el médico llegó al lado del infeliz Werther, le halló todavía en el suelo y sin salvación posible. El pulso latía aún, pero todos sus miembros estaban paralizados. La bala había entrado por encima del ojo derecho, haciendo saltar los sesos.

Llegó Alberto y vio a Werther en su lecho con la cabeza vendada. Su rostro, tenía ya el sello de la muerte. No había bebido más que un vaso de vino de la botella que tenía sobre la mesa. El libro de “Emilia Galotti” de Lessing, estaba abierto sobre el pupitre. La consternación de Alberto y la desesperación de Carlota eran indescriptibles. A las doce del día falleció Werther. Durante algún tiempo se temió por la vida de Carlota. Werther fue conducido por jornaleros al lugar de su sepulcro, no le acompañó ningún sacerdote.

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